miércoles, 6 de enero de 2016

La vida, la línea, la nada.

NASREEN MOHAMEDI. La espera forma parte de una vida intensa
MNCARS 
23 septiembre 2015-11 enero 2016

La espera forma parte de una vida intensa; y es paciencia y tiempo lo que se necesita para poder disfrutar de una manera intensa la exposición de Nasreen Mohamedi en el Museo Reina Sofía. La frase que titula la exposición está extraída de uno de los diarios de la artista, tan importantes para acceder a una obra hermética y difícil. Mohamedi nació en 1937 Karachi, ciudad que pertenecía a la India antes de la Partición de 1947, cuando pasó a ser parte de Pakistán.


Para ver esta exposición es necesario tener en cuenta dos cosas: por un lado la idea omnipresente de huida, de mortalidad, de lo efímero. Y por otro lado ser conscientes de que estamos ante una propuesta que supone un puente entre la modernidad occidental y la cultura islámica.

Mohamedi va a escapar con su obra de la tendencia dominante en esos momentos en la India: un arte figurativo y narrativo en grandes formatos mucho mejor adaptado a la idea de construcción de una nueva identidad nacionalista. La arista se va a decantar por pequeños formatos en papel y dibujo hecho con tinta, con lo que desarrolla una abstracción limpia, geométrica e impermeable.
También va a huir de cualquier tentación que nos lleve a intentar sistematizar su obra, pues ésta carece de fechas, de firma y de cualquier indicación. Aunque en la exposición se haya querido construir una cronología y una evolución, esta es irreal.
Por último, Mohamedi huirá de la propia vida. Obligada, eso sí, por la enfermedad de Huttington. La presencia de la muerte le acompañará desde muy pequeña, su madre muere cuando tenía sólo 5 años, y seguirá con ella materializada en esta enfermedad que le impedirá moverse y la angustiará y atormentará hasta que a los 53 años acabe con su devenir vital.

El interés que desde su presentación internacional en 2007 en la Documenta 12 ha despertado la obra de Mohamedi en Occidente se debe también al papel que juega como puente, como nexo. Nexo entre la tradición y la modernidad, nexo entre lo occidental y el mundo islámico. Ella será una de las aristas pioneras  de la abstracción en India y la primera mujer musulmana en el país en dedicarse a las Bellas Artes. Formalmente se le puede situar dentro de la corriente minimalista, sin embargo se alejará de la misma tanto por la componente poética, por el diálogo entre formatos (en la exposición podemos ver dibujos, collages, fotografía y escritura) y por la fuerte influencia que sus lecturas (Lorca, Rilke, Nietzsche o Camus) tendrán en la obra. Por otro lado, tampoco podemos obviar la influencia del arte islámico y su uso de la geometría y la retícula. Estas dos cuestiones nos sitúan ante una paradoja muy interesante, y es que la abstracción en occidente es el elemento de ruptura por antonomasia, mientras que para el arte islámico supone un elemento de continuidad.
Ambas tendencias confluyen en su producción y la individualizan como una artista única que nos plantea multitud de preguntas.

En su obra podemos ver cómo la artista parte de una abstracción orgánica para llegar a la retícula y a una geometrización absoluta que irá transformando en planos complejos, casi arquitectónicos, para poco a poco ir desprendiéndose de todo hasta llegar a unas obras, las de su etapa final de los años 80 y 90, en la que los vacíos se irán adueñando del espacio pictórico. Lo que empieza siendo una renuncia a la representación figurativa, al caballete, al lienzo y al color acaba siendo una renuncia a los objetos del mundo, a la retícula e incluso, al final, a la propia línea. Se desprenderá de todo para trascender las limitaciones de la existencia física y abrazar así la visión pura. Intentará de esta manera que su cuerpo y su obra se eleven abandonando la tierra, vaciándose, haciéndose transparentes.


La espera forma parte de una vida intensa es una exposición difícil, poco agradecida con el espectador que debe hacer un esfuerzo extraordinario por introducirse en el universo etéreo de la artista. Y a pesar de los intentos de la comisaria por construir una narrativa ficticia, fechando las obras y construyendo supuestas etapas a partir de un criterio formalista, queriendo ver una evolución en la producción de una artista que huía de cualquier sistematización, no se consigue hacer la muestra más accesible. Quizás lo primero que nos tenemos que preguntar es por qué este esfuerzo en falso en adaptar la obra a nuestro sistema expositivo. Y después, podemos dejarnos fluir entre líneas y planos, entre vacíos y esperas, y ¿quién sabe? acabar trascendiendo la realidad nosotros también como intentó Mohamedi con sus obras.

- Andrea Díaz Cabezas

2 comentarios:

  1. Es una exposición difícil de entender, más bien de seguir. Pero si es cierto, que es necesario intentar entrar totalmente en la mente de Mohamedi para entender ciertos parajes, pero mi comecocos es otro, ¿realmente quería que expusieran su obra? y si es así, de ser así, una mujer tan luchadora, tan sumergida en conflictos como estuvo, como expusiste ante sus obras,
    ¿de verdad quería estar en este museo, en esta estructura?

    Los intentos de acondicionar el espacio, para mí, si han dado ese fruto de hermetismo interno que parece se buscaba encontrar.

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