martes, 26 de enero de 2016

Tratando de prender el fuego


Marina Núñez
El fuego de la visión
Espacio Alcalá 31
17/12/2015 –27/03/2016


Lo diferente, lo monstruoso, lo metamórfico, lo informe sigue dejándonos sin aliento.  Miramos con curiosidad morbosa, giramos la cabeza y observamos de forma descarada. Es ese otro que enjuiciamos por alejarse de formas preestablecidas, que repudiamos por estar fuera de cualquier lógica estratificada, el que toma protagonismo en la exposición El fuego de la visión.
La artista Marina Núñez (Palencia, 1966) revisa nuestro imaginario colectivo para destruir estructuras hegemónicas con la intención de ofrecer nuevas posibilidades desterritorializantes.
En su trabajo ese otro no tiene que ver con lo aberrante, con lo anómalo, con lo antinatural. Únicamente se refiere a algo distinto, formas nuevas que estimulan la subversión de lo reprimido frente a la ley y el canon que lo condenan.

El discurso de género al que se acercó en la década de los 90 rechazaba el sistema que subyuga la imagen de la mujer a representaciones pictóricas concretas, producidas siempre desde la mirada masculina predominante.
En estos últimos años el interés por lo humano, en su concepción más global, ha ido adquiriendo cada vez mayor protagonismo en su trabajo. En la serie Ciencia ficción seres híbridos - mitad humanos mitad máquinas - rompen la frontera de lo estipulado como identidades performativas que se reconstruyen en cada interacción con su entorno, encarnando el fin del ser normativizado.
El reconocible estilo propio de los films de ficción, basado en increíbles mundos avanzados tecnológicamente pero habitados por cuerpos definidos por una heteronormatividad estanca, encuentra en el trabajo de Marina un distorsionado reflejo: un nuevo universo de seres cambiantes que se relacionan con su entorno como cuerpos cableados y conectados, sensibles a cualquier estímulo. Ciborgs llenos de prótesis tecnológicas que no responden a viejos estereotipos y cuya piel deja de ser un límite para convertirse en membrana porosa, en permanente relación con lo que le rodea.







José Jiménez ha seleccionado para el espacio Alcalá 31 más de medio centenar de trabajos. Lejos de plantearse como una retrospectiva, la muestra está subordinada a dos conceptos recurrentes en la obra de la artista palentina y de gran importancia para el comisario: el fuego, como pasión por la que se desenvuelven las relaciones humanas, siempre cambiantes, dinámicas, generadoras de nuevas realidades; y la visión, como ejercicio de conocimiento, miradas múltiples y enredadas que buscan desde una posición activa relaciones que incentiven formas nuevas de encuentro.

Pinturas al óleo, infografías, instalaciones y videos editados en 3D conviven aquí de manera bulliciosa. El espacio central, completamente diáfano, crea un eje longitudinal que dirige la mirada del espectador, trazando una línea horizontal que se alarga desde el hombre de Vitruvio convertido en monstruo que muta arácnido, a la obra titulada Grieta, un ojo en constante transformación que simula emerger de la resquebrajada fachada del edificio. 
Esta distribución espacial, en palabras de José Jiménez, potencia una permanente relación entre las propias obras y el espectador, acentuada por las dimensiones espectaculares de muchas de las video- proyecciones.
En nuestro recorrido por la sala encontramos un elemento que se repite de manera continuada. Un ojo que observa, un ojo al que le crece pelo y se expande, un ojo que acecha, un ojo vigilante, un ojo que se multiplica, un ojo que llega a diluirse hasta desaparecer, un ojo metamórfico… El ojo genera, se configura y muta en formas orgánicas nuevas, como vemos en la obra creada específicamente para esta exposición y que da título a la misma. 

Fotografía de la sala Alcalá 31, el fuego de la visión ( 2015)

 


Diversas figuras metamórficas ocupan paisajes desolados y apocalípticos, como en Ciudad fin (2009), donde lo humano se funde con lo arquitectónico, construido a partir de huesos, desechos, y poblada de esqueletos de seres imposibles. ¿Qué aparece tras una gran catástrofe? Nuevas formas de vida.

A pesar de la profusión de obra seleccionada para esta exposición coproducida junto al Museo Artium, se echan de menos ciertas piezas representativas de la trayectoria de Marina Núñez pertenecientes a la década de los 90, su etapa de máxima visibilidad y consolidación en el mercado estatal.

Por otra parte, el excesivo dirigismo discursivo, empeñado en reforzar una lectura concreta del trabajo de la artista, acaba por resultar monótono y repetitivo, provocando una pérdida de interés gradual a pesar del incesante bombardeo de estímulos visuales que a modo de loop tratan de sumergirnos en el fascinante mundo de los efectos especiales en 3D.


                                                                                            
                                                                                                    
                      Jone Loizaga Sanjuan


 

 

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