viernes, 22 de enero de 2016

Una subjetividad capa a capa velada


Al cruzar el marco de la puerta de la Galeria Freijo nos encontramos con unas obras estéticamente abstractas, estéticamente agradables. Ahora bien, si nos detenemos a observar la obra con cuidado observamos como nos esconden algo, como no se quedan en el paradigma de lo atractivo. Son las abstracciones subjetivas de Will Berry. Las abstracciones subjetivas de un artista capaz de esconder lo suyo en lo ajeno; y que llegan por primera vez a España en una doble exposición en la Galería Freijo y en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: El límite del lugar y La luz prestada, respectivamente.

Los trazos de las vivencias del artista van siendo paulatinamente borrados con capas de pintura que desarman los motivos de cotidianeidad que el estadounidense quiere mostrar. Unos motivos que se generan en la frialdad del metal como elemento sustentador de una subjetividad distante. Aluminio, grafito o blanco de plomo son los materiales que Will Berry utiliza. Su fusión, su contaminación hace que cambien entre sí generando a partir del pensamiento inicial del artista algo nuevo, algo subjetivamente nuevo, algo novedosamente abstracto. Para intentar discernir qué es lo que se esconde detrás, es interesante observar la importancia de la luz y los cambios que esta muestra al incidir en el metal, en este caso pobremente aceptados por la luz eléctrica.

En el aparente esteticismo de sus obras se observa el ejercicio pictórico que supone velar y cubrir de nuevo las figuras y los dibujos que habitan tras la última capa de pigmento, negándonos la subjetividad. La paciencia es por lo tanto clave; bien sea para el artista como ejecutor de una superposición de metales, bien sea para el espectador que debe de deconstruir toda la estructura para alcanzar la espontaneidad de la superficie pulida.

Es en esa superficie donde aparecen los dibujos que Will Berry vela. Unos dibujos que simulan ser muertos enterrados en la negra obsidiana de los aztecas de la serie en grafito Sin título. Unos dibujos esbozados en servilletas de publicidad en los que se observa un alto contenido sexual que actúa como un grupo de espejos que son capaces de capturar la luz existente dentro del material. Las superficies oscuras hacen que las subjetividades escondidas se hagan más difíciles de apreciar y nos obliguen a acercarnos a la obra, rompiendo así con una distancia casi poética y agradable que genera la serie a primera vista.

Este formato pequeño, íntimo, contrasta con los dos paneles grandes que aportan luz, una luz particular debido a la oxidación del contacto entre el plomo y el aluminio. Esta conjugación de materiales (blanco de plomo sobre hoja de aluminio y blanco de plomo y carbón sobre hoja de aluminio) busca crear una nueva experiencia agrandada por la textura y la profundidad de los metales. Una profundidad que se debe también a un gran formato que nos permite entrar en las piezas a partir de una experiencia corporal, no tanto racional o conceptual (como podríamos pensar a primera vista). Una profundidad generada en torno a un espacio en blanco y aparentemente vacío que opera como metáfora de las posibilidades que existen en un espacio y tiempo indefinidos. En estas dos series se observa como las obras de aluminio tienen la patina y la reflectividad de espejos antiguos, mientras que los grafitos están llenos de tonos apenas apreciables, reflejos débiles, y diseños casi imperceptibles.

Ahora bien, dos son las piezas que nos llaman la atención por saltarse el sentido de la exposición, dos regalos que nos prometen un mayor acercamiento a la personalidad del artista. La primera situada sobre una vitrina alude a su próximo proyecto en el que la cochinilla y su alto valor transaccional en el siglo XVI cobraran importancia desparramándose así sobre la muestra. La otra se sitúa escondida sin ofrecernos los reflejos del oro que presenta como elemento de unión entre la exposición de la galería y la del museo de la Academia de Bellas Artes, una muestra en la que la subjetividad del artista y su pasión por el mestizaje se observan con mayor claridad. Una muestra que complementa a la actual y en la que el reconocimiento de las raíces ancestrales se ve restringido por los límites de la identidad, ya que al fin y al cabo, nosotros también somos constructo de esas abstracciones subjetivas.


Díptico en blanco, Will Berry
Artista: Will Berry
Exposición: Él límite del lugar
Lugar: Galería Freijo Calle General Castaños 7, 1º Izda, Madrid
Fechas: Del 5 de noviembre de 2015 al 16 de enero de 2016

Íñigo Gómez Eguíluz

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