Al cruzar el marco de la puerta
de la Galeria Freijo nos encontramos con unas obras estéticamente abstractas,
estéticamente agradables. Ahora bien, si nos detenemos a observar la obra con
cuidado observamos como nos esconden algo, como no se quedan en el paradigma de
lo atractivo. Son las abstracciones subjetivas de Will Berry. Las abstracciones
subjetivas de un artista capaz de esconder lo suyo en lo ajeno; y que llegan por
primera vez a España en una doble exposición en la Galería Freijo y en el Museo
de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: El límite del lugar y La luz
prestada, respectivamente.
Los trazos de las vivencias del
artista van siendo paulatinamente borrados con capas de pintura que desarman
los motivos de cotidianeidad que el estadounidense quiere mostrar. Unos motivos
que se generan en la frialdad del metal como elemento sustentador de una
subjetividad distante. Aluminio, grafito o blanco de plomo son los materiales
que Will Berry utiliza. Su fusión, su contaminación hace que cambien entre sí
generando a partir del pensamiento inicial del artista algo nuevo, algo
subjetivamente nuevo, algo novedosamente abstracto. Para intentar discernir qué
es lo que se esconde detrás, es interesante observar la importancia de la luz y
los cambios que esta muestra al incidir en el metal, en este caso pobremente aceptados
por la luz eléctrica.
En el aparente esteticismo de sus
obras se observa el ejercicio pictórico que supone velar y cubrir de nuevo las
figuras y los dibujos que habitan tras la última capa de pigmento, negándonos
la subjetividad. La paciencia es por lo tanto clave; bien sea para el artista
como ejecutor de una superposición de metales, bien sea para el espectador que
debe de deconstruir toda la estructura para alcanzar la espontaneidad de la
superficie pulida.
Es en esa superficie donde
aparecen los dibujos que Will Berry vela. Unos dibujos que simulan ser muertos
enterrados en la negra obsidiana de los aztecas de la serie en grafito Sin título. Unos dibujos esbozados en
servilletas de publicidad en los que se observa un alto contenido sexual que
actúa como un grupo de espejos que son capaces de capturar la luz existente
dentro del material. Las superficies oscuras hacen que las subjetividades
escondidas se hagan más difíciles de apreciar y nos obliguen a acercarnos a la
obra, rompiendo así con una distancia casi poética y agradable que genera la
serie a primera vista.
Este formato pequeño, íntimo,
contrasta con los dos paneles grandes que aportan luz, una luz particular
debido a la oxidación del contacto entre el plomo y el aluminio. Esta
conjugación de materiales (blanco de plomo sobre hoja de aluminio y blanco de
plomo y carbón sobre hoja de aluminio) busca crear una nueva experiencia
agrandada por la textura y la profundidad de los metales. Una profundidad que
se debe también a un gran formato que nos permite entrar en las piezas a partir
de una experiencia corporal, no tanto racional o conceptual (como podríamos
pensar a primera vista). Una profundidad generada en torno a un espacio en
blanco y aparentemente vacío que opera como metáfora de las posibilidades que
existen en un espacio y tiempo indefinidos. En estas dos series se observa como
las obras de aluminio tienen la patina y la reflectividad de espejos antiguos,
mientras que los grafitos están llenos de tonos apenas apreciables, reflejos
débiles, y diseños casi imperceptibles.
Ahora bien, dos son las piezas
que nos llaman la atención por saltarse el sentido de la exposición, dos
regalos que nos prometen un mayor acercamiento a la personalidad del artista.
La primera situada sobre una vitrina alude a su próximo proyecto en el que la
cochinilla y su alto valor transaccional en el siglo XVI cobraran importancia
desparramándose así sobre la muestra. La otra se sitúa escondida sin ofrecernos
los reflejos del oro que presenta como elemento de unión entre la exposición de
la galería y la del museo de la Academia de Bellas Artes, una muestra en la que
la subjetividad del artista y su pasión por el mestizaje se observan con mayor
claridad. Una muestra que complementa a la actual y en la que el reconocimiento
de las raíces ancestrales se ve restringido por los límites de la identidad, ya
que al fin y al cabo, nosotros también somos constructo de esas abstracciones
subjetivas.
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Díptico en blanco, Will Berry
|
Artista: Will Berry
Exposición: Él límite del lugar
Lugar: Galería Freijo Calle General Castaños 7, 1º Izda, Madrid
Fechas: Del 5 de noviembre de 2015 al 16 de enero de 2016
Exposición: Él límite del lugar
Lugar: Galería Freijo Calle General Castaños 7, 1º Izda, Madrid
Fechas: Del 5 de noviembre de 2015 al 16 de enero de 2016
Íñigo Gómez Eguíluz
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