Nuestra memoria es un gran
almacén de recuerdos sobre el que tejemos nuestra cotidianidad. Posee la
capacidad de retrotraernos a diferentes épocas, y de subrayar la fragilidad de
tiempos pasados que se mantienen presentes. Esta es la idea que recoge Ana
Vidigal en su exposición Época: el
intento de evocar en la bidimensionalidad de la pintura los recuerdos de su
infancia.
La artista lisboeta nos acerca en
esta exposición, compuesta por dos series de obras sobre papel y cuatro
pinturas, al sótano de su memoria, y al de la casa familiar; lugar en el que su
abuela guardaba con celo las revistas leídas, las labores realizadas o los
cuentos archivados que redimensionados aluden a la importancia del paso del
tiempo sobre nosotros. En suma, se trata de futilidades que como se observa en
la serie Trinta Anos de Mim Mesma
(Treinta años de mi misma) crean un discurso diferente, una historia
sugerente también para el espectador que descubre en esas portadas intervenidas,
de la revista Reader’s Digest, la
adolescencia. Se trata de una reorganización personal del tiempo que al menos
deja en manos del espectador la evocación de la memoria. Estas relaciones se
repiten en la otra serie de la muestra Pequenos
Sinais de Fumos (Pequeñas señales de humo) en la que la subjetividad y la
evocación de la artista se diluye en el juego irónico del desmantelamiento de
los libros infantiles. Unos libros reorganizados formalmente que vienen acompañados
por palabras generalmente sacadas de libros de poesía, ficción o romances que
son sugerentes para la autora.
A estas dos series collages se
les unen cuatro pinturas en las que no existe una identificación tan patente
con la memoria de la artista, aunque los materiales y las historias sean
adyacentes. La sobreexposición de papeles, recogidos de ese sótano-memoria,
sobre el lienzo con motivos recurrentes, femeninos y geométricos, que provienen
de una cultura de masas ya pasada, nos invitan a reflexionar sobre el acto de
amnesia que revierte la memoria, pero la memoria de Ana Vidigal. El ensamblaje
de piezas, letras, imágenes y fotografías busca lograr una composición
pictórica en la que sí se aprecia el equilibrio que se desprende de la pasión
por el diseño de la artista, pero que falla a la hora de crear sinergias con un
espectador que debe de ahondar en la subjetividad de la portuguesa para
redescubrir su propia memoria.
Queda claro, por lo tanto, el
cariño que la artista tiene en torno a la memoria, en torno a su memoria. De
hecho, la técnica utilizada es siempre la recolección de objetos para crear
collages a los que les aplica una tinta acrílica que le permite dibujar de
manera superpuesta. La simple técnica pictórica en este caso nos recuerda a una
labor de atelier en la que la artista se siente cómoda trabajando con objetos
reconocidos por ella. Quizá sea esa la razón por la cual nos resulte difícil
adentrarnos en la profundidad de la obra en la que debemos de sobrepasar la
subjetividad de la artista para reivindicar lo que ella misma nos ofrece: la
memoria. En este caso no se trata de una memoria colectiva, ni histórica, sino
una memoria de historias, de la historia íntima de los papeles archivados en un
sótano ajeno. Nuestra labor debe ser doble en cuanto que debemos de encontrar
en el espacio de la galería la profundidad de la obra de Ana Vidigal.
Es por eso que muchas veces la
propia memoria, nuestra propia memoria, se nos muestra como un obstáculo ante
el paso del tiempo. La reorganización de los recuerdos sirve para construir
discursos nuevos, pero también para caer en la tentativa idea de la evocación
estética de un tiempo pasado. Ana Vidigal se nos muestra como antropóloga y
arquitecta de su propio pasado, de su propio ser; y nos invita a ser
arqueólogos de una historia que muchas veces no nos es lícito observar.
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Ana Vidigal.- Angolar. 2014. Técnica Mixta sobre tela. 130 x 195 cm |
Artista: Ana
Vidigal
Exposición: Época
Lugar: Galería
Espacio Mínimo; c/ Doctor
Fourquet, 17, Madrid
Fechas: Del
14 de noviembre de 2015 al 16 de enero de 2016
Íñigo Gómez Eguíluz
Todas tus críticas, Íñigo, tienen la misma característica. Son muy descriptivas. Se echa de menos el mordiente crítico.
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