martes, 26 de enero de 2016

Apuntes sobre Arte y Poder

Appunti. Javier Arbizu, Elena Peña, María Buey, Diego Rambova y Jorge González Sánchez.
La Casa Encendida.
19 de Noviembre de 2015- 10 de Enero de 2016.


Diecinueve fragmentos en un mapa. Diecinueve partituras. Las infinitas posibilidades que tenemos ante nosotros de combinar y reestructurar la música de Karlheinz Stockhausen son el primer paso que nos acerca al universo conceptual de la exposición. No es tan importante que sea nuestra la elección de viajar en torno a los fragmentos musicales -primero uno, después otro, con más intensidad o con tempos distintos- como el hecho de que es el compositor el que ha dejado claro que somos libres de hacerlo. En el espacio expositivo se nos presentan piezas cuyo valor está al servicio de nuestras necesidades como espectador. Los objetos y las obras de arte se diluyen y trascienden a lo que hemos decidido llamar su valor. El culto al objeto de culto, lo dirigido frente a lo encontrado.  
Lo que Pierre Bordieu convino en llamar violencia simbólica se traduce a un entorno expositivo lúgubre y agobiante, que nos hace sentir intrusos, personajes de una película que debe ser filmada a pesar de nuestra presencia. Los continuos dispositivos, que detectan nuestra inquietud y ponen en jaque nuestra forma de observar, narran la historia muda de los espectadores a los que les toca ser observados.


Los fotogramas de Tiefland, película de Leni Riefenstahl y su oscura historia, de condescendencia y odio, conversan con los de Appunti per un Orestiade Africane de Pier Paolo Passolini y llegan a conclusiones idénticas utilizando idiomas distintos. Quien observa altera, como nos enseñó Heisenberg. Y al igual que a la hora de observar, cuando somos invitados a mirar las grietas, caemos en una trampa física de la que nos es imposible escapar. Cuanto más certeros somos a la hora de distinguir los márgenes del camino, más conscientes somos de la obscena violencia que bombardea nuestra vida cotidiana. El ejercicio del poder es fundamental para crear la identidad, para definir el imaginario. Heredamos la violencia y esta convierte a nuestros sentidos en verdugos de los discursos disidentes. El guardarraíl accidentado que se nos presenta en M-506 PK 20 +500, de Rafael Munarriz es la imagen idónea para reflejar estos márgenes que a la vez protegen y destruyen. 
 



La exposición nos pone en el centro de este torbellino de violencia y poder, que arrastra objetos e imágenes consigo provocándonos y obligándonos a tomar decisiones. Y paso a paso, objeto a objeto, pentagrama a pentagrama, vamos creando nuestro propio discurso, nuestra propia violencia. La intrépida propuesta curatorial es una invitación a la deriva Debordiana. El recorrido, borrado a propósito contrapone la fe y la identidad, y los enfrenta con la verdadera naturaleza objetual del deseo y la violencia. El misticismo profano de los iconos y las ideas relacionadas con el discurso del progreso, son expuestas y retratadas sin piedad a través de una brillante selección de obras que abarcan desde el siglo XIV hasta hoy. Appunti, a pesar de ser creada por comisarios muy jóvenes y sin experiencia, es una exposición arriesgada y cruda, que consigue remover la conciencia de los espectadores y transformarlos en creadores de ondículas artísticas, destapando el poder político de la mirada y el discurso con una certeza arrebatadora. Rilke hablaba de la “Belleza del Terror”, Stockhausen definió el ataque al World Trade Center como “La mayor obra de Arte de todos los tiempos”. Appunti es el límite macabro y divino entre el arte y el dolor, entre el poder y la identidad.



2 comentarios:

  1. "Es el espectador el que elige al compositor (como agente comisarial), y es el compositor el que quiere que sea el espectador el compositor".
    En nuestra visita a la exposición ya te concedí la razón al concebir la pieza de Stockhausen como eje vertebrador de la experiencia estética, y en el comienzo de la crítica así lo confirmas. A partir de ahí todo el texto adquiere un cierto carácter especular, asumiendo esa misma lógica relacional y dejándose contaminar por la propia esencia de la muestra: la libertad de movimiento, la metáfora fílmica e incluso un cierto aire de oscuridad que embarga al lector. Sutil.

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    1. Juer, que fue lo primero que hice en esa narrativa tetémica que propuse, nunca totémica. El Tete ya no es Rafa Mora, el Tete ha derivado en el Tetem.

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